El cambio climático altera las corrientes oceánicas profundas.

Muy por debajo de la superficie del agua de los mares y océanos, corrientes de agua se desplazan como cinturones térmicos que canalizan la temperatura y los flujos de carbono, oxígeno y nutrientes alrededor del planeta.
El problema es que el Océano Antártico absorbe casi el 60 % del calor antropogénico producido en la Tierra y del 40 al 50 % del dióxido de carbono producto de la actividad humana.
Si se frena la creación de esa corriente, la “aspiradora antártica” dejaría de funcionar. La razón primera, según estos científicos, tiene que ver con el hecho de que el cambio climático ha aumentado las precipitaciones en todo el continente antártico, lo que eleva los niveles de agua dulce en la superficie.
El agua dulce es más dinámica que el agua salada y no se hunde en las capas del océano como lo hace la más salada. La consecuencia es una menor convicción en mar abierto en el Océano Austral y una ralentización de la actividad en las aguas profundas.

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